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miércoles, 29 de enero de 2014

CARTA ABIERTA A MARTINA IÑÍGUEZ


Vos y tu séquito de secuaces -mercaderes de la historia- han llegado, en el súmmum del delirio por probar lo que no pueden, a violentar las más elementales normas de la convivencia dentro del mundo de la informática.

Es así como, sin el menor escrúpulo y sin autorización, ingresan como hordas salvajes en cuentas ajenas para desparramar su nauseabunda retórica, colmada de agravios, mentiras y sinrazones. No importa, para ello, si involucran a personas cuyos pensamientos y principios se encuentran en las antípodas de los vuestros. Para ustedes, el fin justifica los medios. Está claro que tal esfuerzo por difundir vuestro discurso debe tener una razón importante. No conozco antecedentes de investigadores y/o historiadores que hayan demostrado apasionamiento semejante ni siquiera en algún personaje relevante de la historia como podrían ser, por ejemplo, los próceres de la patria. Desconozco las razones que los impulsan a estas actitudes descomedidas. Pero lo que sí conozco es que aún se recuerda tu conferencia pronunciada en la Academia Porteña del Lunfardo el 10 de junio de 2006 en el que afirmaste que "[... tanto Avlis como Bayardo fracasaron en documentar la posible veracidad de la historia de Tacuarembó ..."], tal como hace pocos días lo recordaba el forista José Pedro Fernándes en la mesa de Todo Tango.

 

http://www.todotango.com/spanish/la_pasion/lamesa_respuestas.aspx?pid=797435

 

La que ha decidido no fracasar fuiste vos. Por tal razón es que en algún momento quedaste tan convencida y fascinada por esta historia, que te convertiste en los últimos años en su principal difusora y sin escatimar medios, como queda dicho al principio de esta carta. Pero era obvio que tanta enjundia merecía su premio. En diciembre de 2009 fuiste distinguida en Tacuarembó con el “Gardel de oro” por tus aportes a la investigación sobre la nacionalidad de Carlos Gardel; tal como puede apreciarse en la siguiente nota:

 

http://www.agesor.com.uy/noticia.php?id=1294

 

Justicia para quien dedicó y dedica tantas horas a propagar esta novela que necesitó de varios remiendos en los lugares por donde hacía agua para intentar hacerla un poco más atractiva.

No conforme con invadir la privacidad ajena, creaste un grupo en esta red social para que vos y tus adláteres se recrearan con historias imaginarias y se autosatisficiesen. Ante tan tentadora oferta, proliferaron como hongos después de la lluvia, “eruditos” en el tema como el “experto en biología” Eduardo Cuitiño o el omnisciente Marcelo Martínez, que tanto sabe de jurisprudencia cuanto de otros temas, como la discografía de Gardel o los códigos secretos de la correspondencia privada del cantor o cualquier otro asunto: él conoce todo, lo llamativo es que se maneja con la soberbia propia del ignorante, que no se condice con la humildad que caracteriza a los auténticos sabios como él.

Para finalizar, hemos podido comprobar que a este grupo lo administrás con verdadera mano de hierro. Es así como has devenido en rígida censora de aquellos pensamientos críticos a tu posición; además de, como corresponde, no permitir expresiones agraviantes hacia los miembros del mismo. Una pena que no apliques el mismo rigor hacia quienes denigran la memoria de doña Berta Gardes, madre de quien ustedes dicen exaltar, acción agravada por el hecho que ya no se puede defender, lo que constituye una inmoralidad inaceptable e imperdonable.